El termino autoficción fue inventado por Serge Doubrovsky en 1977, Doubrovsky lo aplicó a su novela Hijos, en la que habla de él y su familia. A diferencia de la una autobiografía, en el que se intenta ser lo más honesto que se pueda, la autoficción está sustentada en tres principios: el autor es también el narrador y el personaje principal, lo narrado no necesariamente es real y por último, el lector acepta ese acuerdo. A últimas fechas la narrativa latinoamericana ha tomado en sus manos esta forma de escritura y ha obtenido grandes éxitos con ella. Acá cinco libros mexicanos recientes sobre el tema.
La vaga ambición de Antonio Ortuño
Arturo Murray es un escritor cuarentón que vive en Guadalajara, acumula deudas, acepta trabajos por encargo para poder pagar las cuentas, recuerda cosas de su infancia, la separación de sus padres y las penurias familiares. Se parece mucho a Antonio Ortuño, el autor de este volumen de cuentos pero no es él, aunque ambos conservan en la literatura la vaga ambición de algún día recibir algún tipo de redención. Pese a que son cuentos que bien se puede leer como una novela corta. Este libro mereció el V Premio Ribera del Duero, uno de los más importantes en lengua castellana.
Ya no quiero ser mexicano de Mauricio Bares
Mauricio Bares es un editor y escritor que debido a problemas monetarios, pero con ganas de hacer la aventura, decide embarcarse en un viaje al viejo continente, lo cual implica enfrentarse, por vez primera, así mismo y a lo que significa ser mexicano, cosa que nunca había experimentado. Lo mismo se mete problemas en el aeropuerto al extrañar las tortillas o jugando a ser «latino» en un bar. Publicado por primera vez en 2007 bajo Editorial Nula, reeditado con mucho éxito tiempo después, Bares nos explica con mucho ingenio, humor tragicómico la forma en que los mexicanos nos desenvolvemos y la manera en que nos ven en el exterior.
Nada que perdonar de J.M. Servín
El cronista J. M. Servin cuenta gran parte de sus vida en una serie de ensayos autobiográficos en los que cuenta su infancia en el «Infiernavit» de Iztacalco, su adolescencia entre páginas de libros, desempleo y ambientes rufianescos, y su estancia en la glamorosa ciudad de París donde vivió algunos años aferrado a trabajos ocasionales como jornalero, además de soportar un peculiar matrimonio. En este libro cuenta de manera aleatoria anécdotas, vivencias y reflexiona sobre sus lecturas, que consisten en libros policiacos, criminales que se dedican a la escritura y obras clásicas, es decir, todo lo que lo fue marcando para ser quien es, además que revela el perfil de toda una ciudad.
No contar todo de Emiliano Monge
Este libro cuenta la historia de tres hombres de la familia Monge. El abuelo, Carlos Monge McKey, finge su propia muerte, haciendo estallar la cantera de su cuñado. El padre, Carlos Monge Sánchez, rompe con su familia y con su propia historia para irse a Guerrero, donde, convertido en guerrillero, luchará al lado de Genaro Vázquez. El hijo, Emiliano Monge García, nacerá enfermo y vivirá sus primeros años hospitalizado, por lo que será considerado como el débil de su familia. Este libro narra al mismo tiempo la vida familiar del escritor y de buena parte del país.
Perseguir la noche de Rafael Pérez Gay
Como ya había hecho en Nos acompañan los muertos, donde habla sobre el fallecimiento de sus padres y en El cerebro de mi hermano, sobre el de su hermano; en esta tercera entrega de la trilogía, que algunos han llamado “Informes de la muerte”, Pérez Gay analiza con las herramientas de la literatura, su propio acercamiento con el cáncer y la fatalidad. El libro cuenta el día a día de su tratamiento para acabar con su enfermedad, los dolores en el cuerpo, la tristeza de sentir cerca la muerte, al mismo tiempo que va narrando el crecimiento de una ciudad que no se parece ya en nada a la de su infancia.
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